Cuanto guardamos la ropa interior durante mucho tiempo en el armario corremos el riesgo de que nuestras prendas acaben emitiendo desagradables olores precisamente por la falta de oxigenación que sufren. Para evitar que suceda basta con tener en cuenta unas sencillas pautas que permitirán que respiren adecuadamente..
En primer lugar lo más aconsejable es dejar las prendas al aire libre una vez finalizado el planchado para que pierdan la mayor parte de la humedad acumulada y mantengan el aspecto liso y uniforme. Nada más incómodo que enfundarse un artículo limpio que sin embargo luce arrugado y arrebujado.
Por otro lado, no hay que olvidar que los armarios, que pasan la mayor parte del día cerrados, acumulan humedad lo cual crea un ambiente ideal para la proliferación de bacterias y hongos que pueden dañar nuestra indumentaria más íntima. Con un poco de atención y procurando los cuidados adecuados se puede evitar que el moho y el polvo la estropee de forma irremediable.
Para ello necesitamos unas sábanas viejas, un poco de carbón de barbacoa, un paño humedecido con vinagre y un cepillo específico de ropa. El primer paso consiste en cepillar enérgicamente las prendas para liberarlas de cualquier partícula de polvo que pueda quedar en ellas. En segundo lugar, se procede a envolver las prendas con las sábanas o camisas viejas para protegerlas del exterior lo máximo posible.
En este punto es importante recordar que el moho se desarrolla en ambientes oscuros y húmedos por lo que no conviene, en ningún caso, guardar prendas mojadas en el armario. Lo que se puede hacer, sin embargo, es colocar delante una lámpara encendida durante alguna hora o bien introducir algo de carbón de barbacoa para absorber cualquier pequeño exceso de humedad. También es crucial tratar las manchas antes de acomodar los artículos en el ropero ya que estas facilitan la formación de superficies mohosas que atraen, además, insectos y parásitos que pueden causar importantes deterioros.
En cuanto al tipo de tejidos, algunos como la lana, seda y algodón exigen una mayor meticulosidad. De hecho nunca hay que guardarlos en contenedores herméticos porque impiden la respiración de los tejidos y , por tanto, favorecen la aparición de malos olores. Si, por la razón que sea, encontramos que los molestos aromas ya han hecho acto de presencia, lo mejor será pasar un paño humedecido en vinagre por la superficie del armario y abrirlo durante alguna hora para dejar que se ventile.
En definitiva, el vestuario más íntimo requiere de unas atenciones particulares para que los agentes externos o los ambientes enrarecidos no las estropeen y puedan disfrutar de una vida mucho más larga. No es nada difícil pero sí una práctica que debería convertirse en un hábito para lucir mejor nuestras prendas de interior.
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